La historia tiene, al menos, dos maneras de ser explicada: una es la acumulación de factores que desencadenan los hechos, y la otra teoría es un disparador inesperado (algunos la llaman “la nariz de Cleopatra”) que ponen el acento en hechos fortuitos que alteran el curso de los acontecimientos.
Fabian Sacarelli para TALENTO SPORTS.
Y cuando alguien está sumergido en un deporte como el tenis, puede ayudar a que los disparadores se activen. Eso ocurrió con Guillermo Vilas y un inesperado “disparador”: el General del ejército, José Giner, amante del tenis y socio del Córdoba Lawn Tenis.
Fue en 1974 que a Guillermo Vilas le tocó el servicio militar. Lo recuerda mejor su hijo homónimo, José “Pitoto” Giner. “Estaba haciendo el servicio militar, y mi viejo se lo llevó como chofer para que manejara el auto y pudiera seguir entrenando”, adelanta. Entonces “Guillermo le planteó a mi padre la posibilidad de ir a jugar el Master (hoy ATP Finals), pero estaba bajo bandera. Mi viejo le advirtió que si pedía eso lo iban a sacar corriendo, pero le dijo: ‘déjame que lo voy a luchar con el Comandante en Jefe del Ejército’”.
El Comandante en Jefe, la máxima autoridad del ejército argentino, era Guillermo López Oufran, un militar de carrera que había estado en Tandil. Era jefe de un regimiento de tanques. “Era un tipo bravísimo. Mi padre fue a pedirle que lo dejara viajar y le dijo que no podía ser, ‘el soldado Vilas estaba bajo bandera’. Mi padre le dijo que era muy buen tenista y que iba a hacer quedar muy bien a los colores patrios. Tanto insistió, que López Oufran autorizó el viaje pero le advirtió que era bajo su responsabilidad, y que si no le va bien, nunca más le vaya a pedir algo así”.
Guillermo fue a Australia y ganó el Master al vencer en la final al gran Ilie Nastase por 7-6, 6-2, 3-6, 3-6 y 6-4, para ser el primer argentino en lograrlo. El día lunes el General Giner se puso debajo del brazo los diarios Clarín, La Nación y partió a ver al comandante en jefe y le dijo: ‘para que veas que no me equivoqué’.
Así el militar tuvo una doble participación en el logro del Gran Guillermo. Por un lado, la gestión del viaje para que pueda dar su primer gran golpe en el circuito del tenis mundial, y por el otro haberle dado un servicio militar extremadamente suave para que pudiera entrenar. De hecho dicen que tenía el pelo bastante largo, “sabía cachetearle el birrete y se enojaba”, recuerda “Pitoto”.
Cuando el General se retiró, en diciembre de 1975, pasó a retiro y se volvió a Córdoba en el ‘76. “En 1979 ‘el Chango’ Pérez (N.de R.: Eduardo Francisco, otro personaje histórico del Lawn) termina un mandato y le pidió a mi padre que asumiera la presidencia –rememora Giner (h)-. Así tuvo dos mandatos (también 1981-1983), y en el primer mandato largó la obra de la Cancha 10, el estadio que lleva el nombre de mi viejo: General Jose Giner. Mi viejo murió el 17 de octubre de 1990, y en diciembre de ese año se puso la plaqueta, y para hacer una inauguración oficial vino Guillermo Vilas”.
Esa vez, “Guillermo dijo unas palabras muy lindas: 'todos nacemos y sabemos que vamos a morir, pero lo importante es lo que dejamos cuando nos vamos de esta tierra. Por eso José, mucho te agradezco el sentimiento que has dejado en todos nosotros'”.
Guillermo Vilas fue tan grande, que casi con certeza hubiese alcanzado igual dimensión con el tiempo. Pero la gestión del General José Giner sin dudas aceleró su despegue. Muchos consideran que aquella victoria, por la dimensión de sus rivales (Borg, Newcombe, Nastase) fue la mayor de su carrera. Un logro que tuvo, en un ex presidente del Córdoba Lawn, una manito extra para abrir las puertas de la historia. Un hombre en el momento justo y el lugar justo.
Epígrafe: Eduardo Francisco "el Chango" Pérez, Guillermo Vilas y José "Pitoto" Giner, hijo del General, en la inauguración de la Cancha 10 que lleva su nombre.